Hay muchas situaciones de pareja que requieren comunicación y negociación entre los miembros, pero, por desgracia, a veces no se sabe llegar a acuerdos y se aumenta o mantiene la tensión, impidiendo tomar decisiones o poner en práctica medidas necesarias.
Cuándo recurrir a la Mediación
Cuando una parte de la pareja no está dispuesta a acudir a terapia, o ya están en el proceso de separación y, por tanto, no hay interés en solucionar los problemas que les llevan a este tipo de discusiones, la labor del psicólogo de pareja es inviable y se requiere la figura del mediador.
Éste ayuda redefinir el conflicto, buscar alternativas de enfoque y a encontrar soluciones a la disputa, basándose en la cooperación en lugar de la competición entre partes, con la que muchas veces inician las parejas estos procesos.
Es, por tanto, un trabajo similar al del terapeuta de pareja, pero enfocado a resolver y llegar a acuerdos, mientras que en terapia se busca aprender a resolver, a encontrar qué provoca estos desacuerdos y a mantener discusiones asertivas para que no derive en conflictos ulteriores. Ambos ponen la visión común y el entendimiento de la otra parte como premisa para poder lograr acuerdos sin generar una escalada de enfado y ataques.
En qué consiste la mediación
Se trata, en ambos casos, de normalizar el hecho de estar en desacuerdo como algo humano e inevitable, pero buscar formas más eficaces, tranquilas y fructíferas de lograr una solución respetuosa con ambas partes. Se busca dar protagonismo a las partes, ejerciendo tanto mediador como psicólogo, de hilo conductor, neutral, que gestiona enfrentamientos que desvíen del camino del entendimiento, y de guía y ejemplo de buenas prácticas a la hora de solventar conflictos.
Mediador y psicólogo debemos resaltar las fortalezas de los intervinientes, para generar una motivación al cambio de estrategia (de litigante, donde se acusa al otro sin atender a la implicación personal, a responsable de su resolución, aportando cada uno lo que pueda para evitar consecuencias negativas en ambas partes). Se busca la implicación de cada parte en su propio proceso, pero hay que tener en cuenta que vienen de un conflicto generalmente complejo y prolongado en el tiempo, en el que se han puesto de manifiesto rasgos de personalidad, estrategias de afrontamiento personales, aprendizajes y experiencias pasadas que influyen y modifican este proceso, y que se ponen en juego muchas implicaciones emocionales que dificultan llegar a acuerdos.
Las emociones en la mediación
Desbloquear estos nudos emocionales es el trabajo de psicólogo y mediador para romper la visión parcial de cada uno, y lograr alcanzar compromisos comunes. Ya que, inicialmente, cada persona ve de la otra, y del conflicto, la imagen que se ha creado, y no la realidad compleja que lleva hasta ahí. En conflicto, con emociones negativas de por medio, es fácil caer en sesgos cognitivos, interpretaciones erróneas de la situación, comunicación distorsionada, con ataques y reproches, las posiciones se polarizan y se dan actitudes y conductas inadecuadas, interacciones hostiles y aumento de la tensión con radicalización de posturas, que obviamente altera la relación, si no la rompe.
Generar empatía, movernos de nuestra posición particular, ayuda a enfocar el asunto desde la perspectiva propicia para lograr resolver satisfactoriamente un conflicto. Labor no siempre fácil ni reconocida que psicólogos y mediadores tenemos por delante.