Esta época de coronavirus está poniendo a prueba nuestra resiliencia: superar las dificultades adaptándonos al cambio sin derrumbarnos emocionalmente.
Son muchos cambios y situaciones estresantes las que afectan a la gran mayoría estos días: miedo al contagio y medidas de seguridad que debemos incorporar a nuestra rutina; dolor por la pérdida de familiares y ceremonias de despedida diferentes; adaptar toda actividad diaria al interior de las casas (incluido trabajo y cole), con la dificultad para conciliar.
Intentar cumplir con todo, no llegar, desesperarnos, intentarlo de nuevo, enfadarnos porque acaba el día y estamos agotados, sin parar pero sin lograr sacar adelante todo lo que teníamos.
¡Socorro! ¡No puedo más!
Queremos tenerlo todo controlado, pero no es posible y nos enfadamos porque nos culpamos, lo entendemos como un fallo personal, otra gente sí parece poder con todo, y yo no voy a ser menos.
¿Y si fueran demasiadas cosas y no que yo no lo esté gestionando bien?
El enfado se puede volcar en nosotros mism@s, sintiéndonos culpables, frustrad@s y estresad@s, reduciendo aún más nuestro descanso y ocio “porque no tengo tiempo para eso”. También podemos arremeter contra las autoridades, los vecinos, el colegio, etc. y desde luego, contra los que viven en casa. Acaba generando discusiones, algún que otro grito y exabrupto al estar irritables y, además, considerar que el resto de familia no me facilita mis tareas (o peor, no cumple las suyas mientras yo no paro).
Descargar contra otros y tensar las relaciones familiares añade más culpa, más enfado y menos tiempo para las “tareas”. Con más agobio es más fácil que estas situaciones a las que no llego se multipliquen, y el círculo vicioso se cierra y gira cada vez más rápido.
¿Cómo evitar que la tensión estropee mis relaciones y mi salud emocional?
NO PRETENDAS LLEGAR A TODO. PRIORIZA, SELECCIONA, ELIGE.
Olvídate de los ideales, en tu imaginación todo es posible, pero la realidad no se ajusta a tus peticiones.
Debes analizar la situación como es, entera, con todos sus factores interactuando y ver cómo priorizas, a qué te dedicas primero, a qué luego y qué si no puedes hacerlo, no ocurre gran cosa. Valorar correctamente tus recursos (tanto los externos como los tuyos personales, y ten en cuenta que tus capacidades no siempre están en su máximo apogeo, y no asumirlo te llevará a frustrarte más). Y decidir dónde es conveniente emplear más dedicación y dónde con pocos recursos es suficiente.
ELEGIR ADECUADAMENTE LOS CRITERIOS con los que valoro qué es más o menos urgente, importante y necesario.
Los criterios son las normas o valores morales que guían mis decisiones. Son más o menos estables y normalmente están relacionados entre sí, pero a veces son incompatibles o se debe cambiar el orden si cambian las circunstancias.
Lo que es bueno en la vida habitual en periodo de excepción puede quedar relegado o ser hasta contraproducente. Por ejemplo: querer tener la casa limpia y ordenada es un buen valor siempre que no se lleve al externo en el que se priorice la limpieza por encima de la salud física o emocional o impida otras actividades como el ocio y tiempo en familia.
A veces decidimos bajo criterios erróneos o mal priorizados, o simplemente elegimos maneras de llevarlos a cabo que son muy rígidas y no se adaptan a la realidad, perjudicando más que ayudando. Porque cada criterio se puede conseguir de varias formas, y es conveniente saber que existen alternativas de actuación para seleccionar la más adecuada según el caso.
Querer que los niños sigan aprendiendo en casa durante el confinamiento es algo bueno, pero no puede superponerse a la estabilidad emocional de la familia.
Tienes que valorar que hay otras cosas más urgentes e importantes que entregar a tiempo los deberes de los niños. Que, además, entregar no es lo mismo que haberlos hecho, y que aprender no se limita a los deberes escolares.
Si el precio de quedar bien con el cole entregándolo todo a tiempo es agobio de todos, estrés doble para ti que encima no puedes dedicarte al trabajo ni a preparar comidas, ya no digamos a ti mism@; gritos y llantos, y encima no aprender conceptos sino cómo priorizar el qué dirán… las cuentas no están saliendo.
Si no te da tiempo a limpiar los cristales de la casa, pero tienes la cocina y los baños limpios, has priorizado. Si prefieres tener las camas hechas y planchar hasta los calzoncillos, pero no te deja tiempo para jugar con tus hijos… no estás eligiendo bien tus prioridades.
Para saber elegir
Evalúa las consecuencias de tus elecciones, valorando más las que se mantengan o surjan a medio o largo plazo, que el alivio de “cumplir” y evitar las emociones negativas de lo inmediato.
Sé sincer@ al responderte: ¿qué pasa si no hago o pospongo esto que me había propuesto?
Durante un tiempo se pueden tolerar las excepciones, los aplazamientos, el estrés, pero cuando esto se convierte en lo habitual, los efectos se empiezan a notar. Ignorarlo sólo hará que empeore y que sea más complicado de revertir.